Pasto
Pasto es un proyecto de investigación conceptual y material en el que venimos trabajando desde 2021 y que tiene a los pastizales silvestres y nativos de nuestra región pampeana como protagonistas. El campo en Argentina constituye una de las áreas más extensas del país geográficamente y es, además, uno de los principales motores de la economía generando gran porcentaje de las exportaciones y contribuyendo significantemente al PBI. Culturalmente tiene el peso de haber sido el sostén de la nación desde su formación e históricamente es una discusión que debería haber sido más diversa con la incorporación de la industria. Si bien para lograr esta expansión territorial gran parte del suelo tuvo que ser modificado por el ser humano, los pastizales nativos continúan existiendo y creciendo naturalmente en los márgenes de los cultivos productivos, casi como un acto inconsciente de resistencia. La Cebadilla Criolla (o Bromus Unioloides) es un relicto autóctono que no se siembra con fines agrícolas y se reproduce naturalmente al borde de los caminos, alambrados y montes. Estos pastizales pasados por alto o sin tanto valor comercial, pero tan presentes en el imaginario colectivo de nuestro paisaje, se convierten en un instrumento a través del cual nos permitimos abordar temas como la permanencia y son una herramienta de proyecto para explorar nuevas formas de vincular al ser humano con la naturaleza. Nos gusta pensar que en el hacer transformamos el mundo que nos rodea. Y del mismo modo, creemos que al cambiar el eje de apreciación, cambiamos el mundo de las cosas. Luego de cosechar los pastizales cuando están secos, los clasificamos según su largo y los pegamos uno por uno de manera muy minuciosa para crear una serie de esculturas funcionales que luego serán utilizadas como moldes perdidos y ser fundidas en aluminio. La técnica de fundición por molde perdido consiste en enterrar un material fundible –en este caso pasto– en una mezcla de tierra, arena y aglomerante que actúa como encofrado para el aluminio que luego se vierte a 700°C. Esta acción provoca que el molde sea desintegrado por el aluminio fundido y ocupe el volumen donde estaba enterrado. Una vez solidificado el aluminio, se desentierra la pieza final, revelando en su superficie la textura del molde perdido. Imaginamos a esta colección como un catálogo interminable de piezas que emergen naturalmente desde la llanura pampeana para luego inmortalizar su existencia mediante un proceso industrial citadino. De esta forma, vinculamos a dos universos aparentemente antagónicos en nuestro país justamente para abrir el diálogo sobre esta coyuntura y hacernos la pregunta: ¿qué rol ocupan el campo y la industria dentro de nuestra matriz productiva? ¿es posible imaginarnos una Argentina donde ambas puedan coexistir en una relación simbiótica? Como decíamos al principio: nos gusta pensar que en el hacer transformamos el mundo que nos rodea. Y que ese mundo puede, de alguna manera, representar el país que tanto soñamos. Al hacer esta traducción directa de materia orgánica al metal, lo que se retrata es un momento específico en su ciclo de vida que va a perdurar para siempre. Pretendemos que estas piezas simbolicen el concepto de la permanencia y revaloricen nuestro territorio e industria. Que enaltezcan lo autóctono. Es también, que a través de ellas, se van conformando nuestros ámbitos públicos y privados, formateando los horizontes domésticos y consecuentemente las formas de percibir nuestro entorno. Vemos la inscripción de lo viviente en lo no-viviente, la continuación de una forma por medios distintos a ella y una técnica que lo habilita. La técnica es invención y la invención es novedad, pero en este caso la técnica se subvierte y mira hacia lo no novedoso, hacia lo pre-existente. No intentamos hacer algo nuevo sino reafirmar lo que ya había y estaba por perderse. Lo marginado se inmortaliza.